miércoles, abril 12, 2006

Tiempos de incienso



El Lunes Santo es día para cambiar de escenario y de estilo sin salir de las mismas calles. Una cofradía puede cambiar toda la percepción del entorno con su sola presencia. La Crucifixión aporta la sobriedad y la seriedad. Gitanos, la alegría de rezar a Jesús con cantes y bailes. Dolores del Puente es el contrapunto a todas. Los distinto y a la vez lo parecido. Es ella misma y todo lo demás.El principio del Lunes Santo hay que buscarlo en la calle Padre Mondéjar. Donde se encuentra el `tinglao´ (con suerte será el último año) de la Crucifixión. Desde allí salieron los tronos, que seguían las serias filas de nazarenos que se formaban desde la parroquia del Buen Pastor. El tramo inicial de esta cofradía es muy complicado. Quizá más que cuando bajaba por la calle Carrión, cuesta empinada donde las haya. En su caso hay cuatro curvas, dos de ellas muy seguidas, en cuesta hacia abajo y un último tramo que obliga a subir. Muchos cambios de dirección y sentido que obligan a vigilar todas las maniobras. Calle Los Negros, Cruz Verde y Mariblanca forman esa tripleta difícil que tuvo que superar esta cofradía.La bajada del Cristo por Los Negros se hizo a los sones de `Procesión de Semana Santa en Sevilla´. Con paso corto, contenido, aguantando el peso del trono en plena cuesta. Mientras, desde el `tinglao´ salía la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad. Los primeros toques de campana correspondieron a Belén Serrabosa, ingeniero técnico de Urbanismo y que se encarga de llevar los trámites de la casa hermandad. `Encarnación Coronada´, interpretada por la Banda de Música Virgen del Castillo (Lebrija), fueron las primeras notas que escucharon los hombres de trono una vez en la calle.El pasar por la calle Mariblanca fue un poco lento, ya que obligaba a la cofradía a estirarse y parar de forma que dejase espacio a los tronos para maniobrar en su entrada. Desde un andamio, los operarios de una obra observaban las maniobras de los tronos, envueltos en el humo del incienso.La entrada en la Catedral se hizo con la sobriedad habitual de estos nazarenos con cera tiniebla en el Cristo y blanca en la Virgen. Las ricas bóvedas del templo contrastaban con la austeridad de la cofradía, que cumplió de nuevo con su sentido penitencial.

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