domingo, abril 23, 2006

Memorias de un autobus



Despues de no haber dedicado demasiado tiempo a reflexionar,él le confesó su deseo.Sin duda era un buen deseo, un deseo razonable, grande pero no enorme,deslumbrante aunque no cegador.
Aquel deseo que él le había confesado, sin duda resultaba un deseo envidiable,digno de ser acuñado por cualquiera que necesitase un buen deseo.
Era un deseo muy deseable.
Ella lo observó en silencio mientras desmenuzaba piezas del fantástico deseo que él le habia revelado y , una vez que lo hubo digerido y recompuesto, se dejó caer sobre el respaldo del asiento que ocupaba en el autobús.

-¿y tú? ¿Cual es el tuyo?-dijo él-

Ella volvió a revestirse con su vieja coraza emocional y puso su cara de mirarse para adentro mientras él la observaba con infinita paciencia.

-quizás no te guste-contestó ella.

-No se trata de que me guste o no, sólo se trata de que me lo digas.Los deseos son casi siempre una propiedad privada.

-¡cuanto te gusta parecer inteligente!-dijo ella con soberbia-.

Una mujer madura, en pie,buscó apoyo en la barra del respaldo que los separaba, el respaldo de él,liquidando por un momento la burbuja de intimidad en donde estaban encerrados.
Era uno de aquellos constantes episodios infinitamente repetidos en el interior de los autobuses:
Persona madura que mediante un suspiro o un gesto casi invisible..reclama de pleno derecho el asiento que le corresponde por pura veterania o enfermedad.Pero el día no estaba para caridades..

-Puede que ni siquiera tengas un solo deseo digno de mención-dijo él, rencomponiendo de nuevo la burbuja de intimidad-.

-Ya no puedes hacerme daño, lo sabes.-

-Ya!-dijo él.Aún así, aparca tu corona de princesa y dime tu deseo..

-Está bien,mi deseo consiste en que averigües mi deseo y consigas cumplirlo.

Él se quedó un poco perplejo y añadió:

-Vaya! compruebo con satisfacción que por fin te has dignado a abrir algún libro.

Ella se revolvió en el asiento con una mezcla de ofensa y desafío.

-Bienvenida al infierno de los intelectuales!-continuó él con desprecio-

-Tú no vives en ese infierno...,eres ese infierno!

La señora que mendigaba asientos los oía y observaba sin pudor.El autobus frenó bruscamente y, mientras ambos deseadores se observaban sin respiro, él, sin desviar la atención, esquivó el pisotón de la señora, que enseguida recuperó la compostura.

El suspiro del autobús anunciaba que algunos actores de aquella obra bajaban del escenario mientras otros nuevos ocupaban sus lugares.

Pero el argumento seguía siendo el mismo.
-Anda averigua, talento, averigua-le retó ella-.

Por primera vez en mucho tiempo él se sintió vulnerable, incluso dolido, pero era demasiado buen actor como para translucirlo.Sin embargo,íntimimamente, no pudo más que compararse con unas natillas dentro de una caja fuerte.Y esto llo irritó.
Ella cruzó los brazos y ladeó la cabeza.Dijo:

-Venga , es muy facil-.

El autobus se detuvo de nuevo y , él, se dirigió a la salida y desapareció.Ella se quedó pasmada, no esperaba aquella reacción, no era normal en él.
Un suave arranque del bus puso d enuevo en marcha todo auqel escenario.Ella incrédula, dijo para sí:
Increíble , increíble, ha averiguado y cumplido mi deseo, se ha esfumado.
Y aun habiendo visto cumplido el deseo, todavía quedaban algunas paradas, no muchas, para que de una vez por todas llegase a su destino.

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