sábado, marzo 03, 2007

La poesía de Fito


Estaban los nostálgicos de Platero, los moteros con sus churris, los fans de nueva generación y los que querían ser clones de Fito estaban, luciendo gorra y camiseta de rayas. Estaban las niñas monas, los chicos malos con los ojos pegados a sus caderas, estaban los servicios de limpieza poniendo remedio a la inevitable guarrería del ser humano. Estaban los puretas que habían dejado a los niños en casa, y los chavales que no habían conseguido deshacerse de sus padres también estaban, adolescentes e incómodos. Estaban los reventas, los despistados sin entrada, los puestos de venta de refrescos a mano armada, la policía estaba, vigilando a los porreros que hacían poco por esquivarles. Estaban los grupos de amigos buscándose entre el gentío a golpe de móvil, la prisa por entrar, los nervios de antes del concierto. Estaban Cristi, Dani,Luis, fran y juanjo compartiendo los minis de cerveza y unos bocadillos de pan duro, estaba su buen rollo, las ganas de fiesta. Estaba la inevitable prensa, haciendo cola frente a las chicas que repartían sonrisas y acreditaciones a partes iguales y un porteroque sufría del hígado y quería ser un tipo duro para quedarse en un tipo idiota. Estaba una pila de gente, inquieta, derramándose por la pista y las gradas, cada uno con su historia. Y estaba Los Zodiacs, energético aperitivo, que estaban haciéndolo pasar bien y disfrutando de la ocasión. Las barras llenas, estaban, mientras la espera del invitado principal, y el r’n’r en los altavoces, americano, filoso, garajero, sucio como las historias que cuenta, una muestra de los horizontes musicales que podían darse cita. Mientras, la gente estaba haciéndose señas, deambulando por la atestada pista, una danza nerviosa de desencuentros. Y, por fin, estaba Fito, viviendo su noche grande, y estaban Los Fitipaldis, en forma de banda de rock, saxo, bateria, bajo y un guitarrista , entrando a trapo a las primeras de cambio con ‘La casa por el tejado’ y ‘Un buen castigo’, para disfrute de los que le vienen siguiendo desde que Platero saltó por primera vez a un escenario. Estaban todos nerviosos, fumando constantemente, pero también eufórico, disfrutando de una noche que se le debe quedar grabada en la memoria, desgranando su discografía para que todos los que estaban quedaran contentos, desde los éxitos que todos le conocían, hasta las canciones de r’n’r más clásico, el sonido más interesante, construido desde abajo, la base rítmica. Estaban las canciones (Estrella del rock and roll) que no se escuchaba con ese sonido desde los mejores tiempos de Loquillo. En la grada, estaban los fans, explicándose las letras de las canciones, destacando la apología de las drogas y la vida al límite que tanto gusta en el rock, y en el ruedo estaba la constelación de cámaras digitales, móviles y demás parafernalia tecnológica que poblaban la noche de destellos en cuanto bajaban un poco las luces. Estaba la manera amplia de entender la música de Fito (la música es cultura) haciéndole guiños al flamenco y a la rumba, para volver a enganchar a la gente (a ratos un tanto descolocada) con ‘Rojitas las orejas’. Estaba luna, que estaba enseñando el ombligo, estaba quizás la autobiografía ‘Cerca de las vías’,Poco a poco fueron sonando canciones de su nuevo disco ("Por la boca vive el pez"), y otros temas ya editados en anteriores álbumes, los que se conocen de memoria todos sus seguidores. Siempre hay canciones que mueven más al público, como es el caso de los dos singles de su último disco ("Por al boca vive el pez" y "Me equivocaría otra vez"). Otros temas que levantaron el ánimo en gran manera fueron "Soldadito marinero", una de sus canciones más redondas, primero tocada como balada, para a continuación dotarla de más vida para que la gente la cante y la baile y se convierta en una gran fiesta.
Fito ha caído en gracia y sus seguidores se saben todas sus letras. Supo muy bien encadenar unas canciones con otras, y el jolgorio y el buen ambiente no decayó en ningún momento. También hubo momentos de más intimidad, apareciendo en el escenario únicamente Fito y Carlos Raya, el primero con su guitarra acústica y el segundo al mando de su pedal steel. De las versiones que va grabando en sus álbumes (una por disco), esta vez le tocó el turno a "Para toda la vida" de Flaco Jiménez, "Quiero ser una estrella" de Los Rebeldes y "Deltoya" de Extremoduro. Un concierto que podría no haber acabado nunca, porque el señor Cabrales atesora ya muchas canciones grabadas con los Fitipaldis, pero tras dos horas y cuarto muy intensas el espectáculo llegó a su fin. Porque es lo que Fito ha conseguido, un espectáculo: aunar música y fiesta yendo siempre de la mano, convirtiéndose en un cocinero que añade un poquito de cada ingrediente, y al mezclarlo todo le ha dado la fórmula mágica, la que todos los músicos persiguen y a casi todos se les resiste. Pero Fito ya la tiene. Y parece que no la va a dejar marchar por mucho tiempo. Estaba pasando el tiempo y Fito se estaba creciendo en el escenario. Estaban las parejas abrazándose en las canciones más lentas, encendiendo los mecheros cuando la ocasión lo pedía, estaba el guitarrista montando el número, la banda retirándose ‘a hacer un pis’, la vuelta, los bises, la gente gritando. Estaba haciéndose tarde y yo pensando que, después de todo, estaba todo el mundo en la Gran Fiesta de Fito. Todo el mundo menos aquel loco que me animó a acudir. Y yo lo estaba echando de menos.