sábado, febrero 23, 2008

Confianza


Si existe una red invisible que sustenta una gran parte de las relaciones humanas, esa es la confianza. Los seres humanos se han fiado unos de otros. Mucho antes de que aparecieran las tarjetas de crédito y los pagarés, un apretón de manos significaba un acto de fe recíproca y rubricaba un acuerdo, sin más aval que la confianza. A veces, la confianza es la más sólida de todas las leyes, hasta de las amorosas. No es fácil de explicar, pero es una honda sensación, un crédito vinculante, un convencimiento.Dicen los estudiosos del amor que la estabilidad de una pareja requiere cariño, pasión y compromiso; pues bien, casi todo el mundo asocia compromiso con matrimonio, papeles, juez o cura, pero en realidad compromiso es fundamentalmente confianza; confianza en la lealtad del otro y confianza en la entrega de uno mismo. Cuando esa sensación se resiente, el amor se torna doloroso y se resquebraja. Lo mismo pasa con la amistad, donde, aunque no existen compromisos escritos, cuando la confianza desaparece, también desaparece la amistad, y seguramente de modo fulminante.Gran parte de los prejuicios negativos tienen como fundamento la desconfianza. La confianza se proyecta y se recibe. Hay personas que son dignas de confianza y otras que son fraudulentas. Pero la confianza es también un modo de entender las cosas, una actitud ante la vida: hay personas confiadas, mientras que otras son suspicaces. Para estos últimos su lema es "Desconfía y acertarás". El desconfiado no está en paz, casi nunca, porque en su trastienda emocional siempre existe la sospecha, y seguramente las maldades que atribuye al otro son precisamente las que él posee. No todo el mundo es bueno, pero mucha gente sí lo es.

Merece la pena pensar así; confiar, vivir confiadamente y saltar sabiendo que unos brazos nos están esperando.

sábado, enero 26, 2008

Silencio


En ocasiones, cultivamos el silencio con alguien. No por ello dejamos de decirnos. Hay palabras que lo preservan. No faltan, aunque son infrecuentes, quienes con su decir adecuado, conveniente, convincente, son capaces de componer y de conformar espacios de silencio donde respirar y desear. Es como si a su lado fuera posible reponerse de una sarta de dichos, dimes y diretes, de una sobredosis de información, de un empacho de noticias, anécdotas y curiosidades, en ocasiones pretenciosas, que, no hacen sino acallar el presente.Respondemos, a veces, con un elocuente silencio. No hablamos, pero decimos. Abrimos un tiempo entre palabras que es más que una pausa o un puente tendido. Es como si lo dicho se desfondara hacia otro lugar donde volver a responder y vibrar. No es solo que no digamos para ocultar o para no mentir, o para hacerlo, o para desconcertar. Aprender a tachar nuestras propias palabras, a borrarlas cada vez, a no entronizarlas grandilocuentemente, es devolverles esa sencillez en la que se limitan a decir lo que dicen. En ese silencio es cuando en verdad hacen.Hay en ciertos rostros una mirada del silencio, un rastro de su fecunda labor. No es la palabra de una rendición o de un temor, sino la serena convivencia con un espacio despoblado de fruslerías, no un simple vacío, sino un vaciamiento de las estupideces cotidianas, una habitación, una meditación. Y se les nota.Quedar con alguien para silenciarse con él, con ella, no es simplemente conjurarse para guardar secreto alguno. Es proponerse otro modo de decir y de decirse, en el que en lugar de lanzar sobre el otro una sarta de palabras, quedamos concitados a escuchar a la vez. Y entonces cabe hablar como si las palabras nos vinieran del otro y no de ninguna intención interior. Escuchar con alguien es generar posibilidades al silencio. Hay quienes no lo soportan y necesitan que haya una proliferación de sonidos. Todo lo pueblan de ruidos, más o menos articulados. Taponan los oídos con la excusa de oír otras melodías. No pueden resistir lo que se escucha en el silencio, el rumor incesante, el murmullo insonoro, o quizá el propio latido de sus deseos e insatisfacciones. Convivir con el silencio constitutivo es la única posibilidad de decir una verdad. Quien lo hace podría tal vez entregarse a la palabra que nos llega y entonces es que daría gusto oírle.
Pdt: va por ti...