jueves, septiembre 06, 2007

Dulce Carola

Yo conozco la historia de un tipo que se enamoró desde una ventana. Es la historia de un amigo, vive en México, en el D.F., trabaja en la octava planta de un edificio, en unas oficinas en el centro de la ciudad.
Y un día, estaba con la mirada perdida en el smog del D.F. cuando bajó la mirada del cielo a la calle; o más bien del smog al cielo, porque allí estaba ella, la dulce Carlola, de belleza soberbia, radiante cruzaba la calle, y a sus pasos se detenía toda la ciudad. En frente, había un edificio en obras, y todos detenían su ritmo frenético para observar aquella mujer.
Un obrero estuvo tentado de lanzarle un piropo, pero el de al lado le dio un codazo para callarlo; tal era el silencio litúrgico que imponía esa mujer. Y mi amigo se quedó embobado mirando aquella mujer, cruzando la calle… Ella iba pensando en lo suyo, pensando quizás en lo duro que iba a ser su nuevo trabajo en el restaurante de la esquina. Se quedó embobado viendo cómo la puerta del restaurante devoraba a aquella mujer menuda, y supo mi amigo que nada sería igual.
A la mañana siguiente, después de haber estado toda la noche pensando en aquella mujer, mi amigo salió a la ventana, se asomó… Y allí la encontró. Y aquella cita era diaria, aquella cita se convirtió en una obsesión; día a tras día mi amigo se asomaba a la ventana y la veía pasar, se preguntaba como sería ella, como sería su vida, como despertaría, como dormiría. Pasaban los días, y pasaban los meses, y mi amigo a veces creía percibir el perfume de ella desde lo alto del edificio, fíjate. Creía escucharla tararear una canción y la melodía le perseguía durante todo el día. Y pasaban los meses, y pasaron años… Y mi amigo asomado a la ventana, preocupándose cuando la veía caminar bajo la lluvia sin paraguas, preocupado cuando la creía ver mas delgada… Paso mucho tiempo, y muchas veces estuvo tentado de bajar los ocho pisos para decirle a aquella mujer, que: ¡que diablos! que la amaba. Pero no lo hizo.
Y paso mucho tiempo, cuatro años asomado a la ventana, y planeando el momento preciso para acercarse a ella… Y por fin tomo una decisión: sería este día. Ese día terrible, mi amigo se sorprendió un poco cuando no la vio pasar por debajo de su ventana, pero aún así se fue a buscarla al restaurante; buscó a Carola entre las mesas pero no la encontró, así que preguntó al encargado. Le dijo que Carola se había marchado, no del restaurante, del D.F… Se había ido a Acapulco con su familia, y no iba a volver más…

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Y mi amigo supo del sabor amargo de la derrota. Supo que aquella mujer no volvería a cruzar por debajo de su ventana, y subió los ocho piso arrastrando los pies, y no se sorprendió cuando en la octava planta encontró a todo el mundo alborotado, de un lado para otro, frenéticos. Alguien con el rostro desencajado le dijo que la empresa había quebrado, que estaban en la bancarrota, así que todos en la calle. En un día había perdido todo: la mujer que amaba, el trabajo,… Volvió para casa, no muy sorprendido, todo encajaba. El mundo se derrumbaba y lo hacia todo de una vez
Durante mucho tiempo estuvo abandonándose en casa, sin saber que hacer, y solamente pensando en la dulce Carola. Primero sin el valor para salir a buscarla a Acapulco, y luego sin la plata necesaria. Pasó otro año, 5 años desde que vio a Carola por primera vez, y decidió, pues, tomar una decisión. Empezó a buscar trabajo, pero mi amigo tenia 39 años, y en México no es fácil encontrar trabajo a esa edad, porque ya no eres el joven agresivo que buscan las empresas, sabes?, y en todas las entrevistas de trabajo le decían que no y que no. Así que mi amigo decidió tomar una decisión que cambió su vida. Decidió buscar a un coyote (un coyote en México es un tipo que se dedica a negocios turbios). Veréis, mi amigo buscaría a un coyote para que le hiciese una falsificación de la partida de nacimiento; mi amigo bien podría aparentar 34, así que le pediría al coyote una partida de nacimiento que dijera que tiene 34 para así poder acceder a algún puesto de trabajo. Así pues, mi amigo se fue para la Plaza de Santo Domingo, cerca del Zócalo, donde están los coyotes…Y ahí tienes a mi amigo perdido, colgado de un lado para otro. Se acabó perdiendo entre las callejuelas, y apareció en un callejón inhóspito, en un portal antiguo, viejo. Observó como un anciano le sonreía y le hacia señas para que le siguiera. Mi amigo siguió a aquel misterioso hombre, y supo que era un coyote. Le dijo: - yo soy tu hombre, se lo que necesitas, - si ya se, necesito una partida de nacimiento que falsifique que tengo 34, - vale, vale, dame tus datos. Empezó a tomar datos, y mientras tomaba datos, el viejo coyote, le dijo:
-¿ Alguna vez estuviste en Acapulco?
Y a mi amigo le dio un vuelco al corazón y se deshacía en el ácido del recuerdo, - Nunca.- El viejo le dijo: ” Veras, yo vivo cerca de la autopista hacia Acapulco, cerca de Tepozán, ¿Conoces la curva del autopista?” ¿conocéis la leyenda, verdad?, mi amigo también; la del fantasma que hacía autostop en el mismo sitio, que se subía en el primer coche y desaparecía en la misma curva en que se mato… Aquella carretera estaba deshabitada. Casi nadie pasaba por allí por miedo al fantasma. mi amigo asintió, y el viejo le dijo: “Pues veras, muchas veces he estado tentado de agarrar la autopista para Acapulco y empezar de nuevo… Espera un momento”. Y mi amigo, se quedó pensando en Acapulco y mil huidas. Al rato vino el viejo coyote, con los documentos falsos, y se fue para casa. Aquella noche sólo pudo dormir con el recuerdo de la dulce Carola.
A la mañana, el teléfono sonó bien temprano. Alguien al otro lado le decía: “Oye que tienes que venir a la reunión, que es urgentísimo, que tienes que estar aquí, vente para la oficina!”. Y mi amigo colgó el teléfono, maldiciendo al tipo al otro lado de la línea: “¡la oficina!..bah”. El caso es que antes de despedirse, el coyote le había dicho: “Ten cuidado, vuelves a tener 34 años, no repitas lo errores”. Y pensó en las palabras del coyote mientras se despertaba; encendió la radio, y en la radio las noticias de otras veces… Mi amigo buscando los papeles del coyote; no los encontraba… De repente alguien dijo la fecha: era la de hacía 5 años. Bajó corriendo las escaleras y compró el primer periódico que vio. Miró la fecha… y era la de hacía cinco años. Volvía tener 34 años. Agarró el primer taxi que vio, se fue para su oficina volando, subió las ocho plantas corriendo, y allí estaba todo igual: su mismo despacho, la misma gente…Y la misma ventana. Mi amigo se acercó a ella, se asomó y su aliento se detuvo; como toda la ciudad, al paso de la dulce Carola. Todo empezaba de nuevo.
Ahí tienes a mi amigo, con todo el futuro por delante, o con todo el pasado, no se muy bien. Volviendo a mirar por la ventana y encontrándose con aquella mujer; ahora jugaba con ventaja, porque conocía los plazos del tiempo que le quedaba. Aún así, dejó pasar el primer año deleitándose, asomándose por la ventana, y planificando bien la declaración de amor; pensando en la pose precisa, en las palabras adecuadas, y dejó pasar el tiempo. Un día se presentó en el restaurante a la hora de comer, se sentó en la primera mesa que vio libre, y vio a Carola, deambulando entre las mesas, se acercó, se puso delante de él, y le dijo: “¿Qué desea?”. Aquel era el momento, ésa era su oportunidad, así que su garganta se tensó como una guitarra, y mirándola le dijo:
“Una sopa de cebolla y un filete de ráchela bien cocido, por favor”.
Carola tomó nota y se fue. Mi amigo se estuvo maldiciendo toda la noche, así que al día siguiente,ahí le tienes, sentando a la mesa, mirando a Carola, clavando sus pupilas en las de ella y diciendo: “una sopa de cebolla y unos tacos de camarones, por favor”. Y al día siguiente, armándose de valor: “Una sopa de cebolla sólo, por favor”. Y así, día tras día, asomándose por las ventanas viéndola pasar, y a la hora de comer asomándose a una sopa de cebolla… Y el tiempo pasaba. A veces mi amigo creía que ella fijaba su vista en él, y entonces, ahhhh amigo… Entonces las palomas del parque volaban, los borrachos en las tabernas brindaban a su salud, los feligreses en las iglesias se abrazaban, y los soldados en primera línea de fuego se daban largos besos en la boca. Qué va. Ella no reparaba en él. Y pasaba el tiempo, pasaban los días, pasaban los meses, y pasaban los años, años de sopa de cebolla. Por fin llego el momento; no podía retrasar más la declaración. Al día siguiente Carola se iba, y aquella noche casi no durmió mi amigo. Pero al día siguiente ahi se presento, se acercó a Carola como todos los días, y le dedico una sonrisa, quizás mas afectuosa que otras veces. El caso es que se hizo silencio un instante que pareció eterno, ahí pensó decir “Me gustas cuando callas por que estas como ausente”, o no se, quizás, “¿Por qué me despierto de madrugada mientras todos duermen?” Pensó en decirle:” Me dueles mansamente, me dueles, quítame la cabeza, córtame el cuello, porque nada queda de mí después de este amor”. Pensó en decirle simplemente: “Quédate conmigo, por favor”. Y por fin: “Una sopa de cebolla, por favor”. Era inevitable. Mi amigo comió la sopa de cebolla como un condenado a muerte, en calma y en silencio, y se fue para casa. Ni siquiera pasó por su despacho, sabia que la derrota era inevitable, y a mi no me sorprende mucho porque creo que alguien dijo una vez: que “los amores cobardes, no llegan ni amores, ni a historias; se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar”.

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Al principio mi amigo se derrumbó, pero luego…. Luego también, pero trató de buscar de nuevo al coyote para encontrar la posibilidad de…. De yo qué sé. Y se fue para la plaza de Santo Domingo, y rebuscando encontró el nuevo callejón y el antiguo portal… Y no. Encontró una sucursal del Fondo Monetario Internacional; esos eran otros coyotes, no le interesaban. Así que recordó las palabras del viejo coyote: cerca de Tepozlan, recordó la curva del autostopista. Agarró el carro y se fue para allá… No se sorprendió cuando se encontró un poblado fantasma; aquel pueblo era una sombra del pasado, todo ruinas, abandonado desde hacía mas de 50 años. Empezaba a hacerse de noche. Mi amigo se sonrió, asumió la derrota y decidió volver a casa cuando ya era noche cerrada. Entró en el coche y, al poco de salir del pueblo, encontró a una chica haciendo autostop en el arcén. Mi amigo no lo dudó, paró, bajó la ventanilla, y “¿A dónde vas?”: - al D.F. – “Pues sube”, y al poco de subirse ella dijo: - tenga mucho cuidado en la siguiente curva. Y apenas pudo acabar la frase, porque en la última palabra sonó el reventón de una rueda, así que mi amigo, se tuvo que hacer a un lado de la carretera, y dijo: “disculpa”… Y tenías que ver la cara del autoestopista. Porque la curva quedaba lejos.
Bueno…Pues, se detuvieron, él bajó a cambiar la rueda, y ella con él… Y empezaron a hablar; una conversación trivial, pequeñas cosas, que fueron creciendo como bolas de nieve hasta convertirse en grandes cosas - ¿Y tú de dónde eres?, - Pues yo del D.F., y él le preguntaba :”Y a qué te dedicas”, y ella decía: “antes estudiaba, pero ya no”… Al rato no sé que le estaría contando él porque ella se descojonaba de risa, y jamás nadie había tardado tanto en cambiar una rueda, la verdad. Y la noche pasaba, y mi amigo le empezó a contar la historia de la dulce Carola, del coyote, y de la ventana, y de la sopa de cebolla, y le decía a la mujer: “¿Te lo crees?”, y la mujer decía:
“Si yo te contara… Yo sé lo que es desaparecer justo en el momento preciso, yo sé lo que es repetir la historia una y otra vez…. Yo te entiendo”.
- ¿Tu crees en los amores a primera vista? – ¿acaso existen otros?
Aquella mujer, la autostopista era hermosa, no se si tanto como Carola, pero era hermosa, triste pero hermosa. Aquel silencio fue eterno, y él le dijo: volvamos al coche, te llevo al D.F. Y mientras se subían al coche, el pensó en decirle: “Quédate conmigo, huyamos juntos a cualquier sitio, empecemos de nuevo, yo que se!”, y quizás ella pensaba lo mismo, pero, sin embargo, dijo: “Ten cuidado con esa curva”. Y mi amigo tuvo mucho cuidado, paso la curva, y con los ojos fijos en la carretera, mi amigo no se atrevía a mirar en el asiento de al lado. Quizás ella también se había marchado como la dulce Carola y volvía a estar solo, y sabiéndose solo, se dirigió hacia la autopista y cuando iba a entrar en ella escucho una voz al lado que decía:
“¿Alguna vez has estado en Acapulco?”
Mi amigo miro en el asiento de al lado y hay seguía ella, ahora estoy seguro era mas hermosa que Carola, mi amigo dijo:” Nunca”, y ella le dijo: “Pues llévame”. Yse fueron, y así siguen en la carretera. Mi amigo no volvió a ver a Carola, porque lo importante no era Acapulco, lo importante era el viaje, y saber que hay que tener memoria para no repetir los errores y saber que la historia no se debe repetir.
Sobre los fantasmas, no sé si creer. Yo no sé si hay vida después de la muerte. Hay gente que se cuestiona si hay vida antes de la muerte. Yo personalmente me cuestiono si hay vida antes de las 12 de la mañana…
El caso es que por aquella carretera ahora pasan después de media noche, no se si existe un coyote que me devuelva a mi pasado, no creo, pero yo personalmente no dejare que pases por debajo de mi ventana sin pedirte que te quedes conmigo, ni que subas a mi coche sin que emprendamos una urgente huida. (Ismael serrano)

martes, septiembre 04, 2007

Casandra

Hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya, Casandra recibió el don de la adivinación de los dioses pero también la maldición de que nadie creería en sus augurios. La opinión pública, esa que salió a la calle a condenar la guerra, esa que, cada vez de forma más contundente, exige a los políticos una sensibilidad diferente a la hora de legislar y gobernar esta globalización despiadada que nos acorrala y que militariza las relaciones entre unos y otros, padece la misma suerte que el mito griego. Sabemos que las ambiciones de unos pocos llevan al planeta a mal puerto, sabemos que tras la cancela que nadie jamás abrió asoma la luz de un día mejor, pero como a la pobre Casandra nos toman por locos y somos desoídos en nuestras exigencias y sueños.

Casandra vio en sueños el futuro. En la sombra de una pesadilla Casandra leyó los versos de ese poema que aún no han escrito los dioses que, riendo, la hirieron con su maldición. Supo del hambre y de las guerras de siempre, de bufones celebrando el odio, bailando entre hogueras, de despedidas y de monstruos minerales bebiendo insaciables la savia dulce del planeta.
Casandra vio a hombres y mujeres dormitando en sus burbujas tras las máscaras del miedo. Mas también vio la luz del alba asomar por la cancela que nadie jamás abrió. Supo que aún quedaban esperanzas, que otros sueños la esperaban. Casandra habló a todos de sus sueños mas nadie la oyó.
Nadie creyó en Casandra y sus visiones y la gente sólo vio en su augurio delirio y locura. La condenaron a vagar perdida y sola. Herejía es mostrar la verdad descarnada y desnuda. Abandonada tras los años la encontró un muchacho que andaba buscando esperanza y respuestas. Casandra habló con pasión de sus presagios y de la luz del amanecer brillando tras la puerta.
- Creo en ti Casandra. No estás loca. Se besaron y en su boca florecieron madreselvas. -Dulce Casandra, ponte de pie. -Yo te he conocido antes. Quizá te soñé. Hay quien duda ya y cree en la leyenda. Juntos buscarán la puerta. Dulce mañana. Yo, no se tú... (Ismael Serrano)

jueves, junio 28, 2007

En el camino...





Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida, mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas



lunes, junio 11, 2007

Las yemas de los dedos



Podemos existir sin ser jamás tocados, ni siquiera tocados por la propia vida. Sin embargo, precisamos que alguien se detenga en nosotros, con nosotros, y, como si de una necesaria curación milagrosa se tratara, nos imponga leve y suavemente sus manos. Quizá a su través nos llegue al alma. Y tal vez con un gesto que no lo tome todo, sino que sea una aproximación, un movimiento que altere el aire, un paso de las yemas de los dedos. Ellas atisban, acarician, sobrevuelan, pero no atrapan. Son nuestro signo de distinción, nuestra mejor huella, y no sólo dactilar. Se desplazan como un paso de danza, como un vuelo de mariposa. Su ir y venir preserva una distancia, la recorre, pero no la zanja. Parecen destinadas para una espalda necesitada, para la demora silenciosa de un paseo elocuente por el envés, por ese rostro sin mirada que no siempre es el reverso de alguien, sino su otro mapa, el de los vericuetos de la sensibilidad. La exploración es a tientas, con una visión que no se agota en los ojos, que es otro ver, un ver que hace ver, un ver que es un tener que ver con alguien.Acariciar no es poseer, ni atrapar, ni tomar. La caricia es un preludio que es ya juego pleno de sentido, no sólo un anticipo. La unión que procura no es la indiferenciada fusión, sino la constatación amorosa de la diferencia irreductible. También nos desbordamos por este extremo de nosotros mismos, nuestros dedos, orilla de nuestros océanos.La caricia que nosotros tanto precisamos constata que el otro es inaprensible y que, sin embargo, puede perfilarse y sentirse como se siente una brisa y un aleteo de ramas tras el paso casi imperceptible de alguien. Tocar como el pensamiento toca al pensamiento, ser tocado así por alguien es saberse involucrado, implicado, inserto, es sentirse afectado, concernido, convocado. Las yemas de los dedos llaman silenciando el agresivo quehacer de los nudillos de las manos. Su sonido es imperceptible, pero su palabra es más sonora que cualquier ruido. El modo de acariciar firma el modo de ser. Sería suficiente con deslizar las yemas de los dedos por un cristal para que pudiera llegar a quebrarse, o ser la clave que abriera la puerta. La mano busca, palpa, tantea, parece querer asir, agarrar, prender, estrechar, apresar..., pero las yemas de los dedos marcan los límites y previenen de la voluntad de posesión. Propician el respetuoso encuentro de la enigmática epidermis, que no es envoltura, sino el afuera en el que brilla y tirita el deseo. No se trata de imprimir en el otro nuestra huella dactilar, sino de que deslicemos las yemas de los dedos. Sólo así tocaremos lo intocable.

lunes, junio 04, 2007

Regalos...



Detrás de una llamada o un mensaje puede estar una persona que despierte las emociones, que renazca recuerdos que quedaron guardados en la memoria y ahora nos estremecen.
Cuando menos se espera, la vida puede sorprender con un regalo, una oferta generosa, tal vez inmerecida, tan valiosa como sólo puede ser lo gratuito. Y ese regalo se disfruta tanto que reconcilia otra vez con la existencia. Debe ser que la vida lo sabe, sabe que uno necesita salir de algún modo de lo oscuro, que no debería moverse constantemente entre la eficacia y el estrés, entre las obligaciones y las preocupaciones. Por eso, puede suceder que un día, de improviso, llame a la puerta un emisario con un regalo, y uno firme el recibo, incrédulo y sorprendido. Quizá suene el teléfono o llegue al ordenador el mensaje de alguien a quien se había perdido la pista; una persona con quien se intercambiaron sólo unas cuantas palabras en cualquier lugar, a lo mejor en un taller de automóviles, o en una reunión; uno más entre otros, una persona especial y misteriosa, cuyo recuerdo permanecía en el fondo de la memoria, porque despertó en nuestro sótano sentimental las ganas de abrir las ventanas, que sin embargo, aquella vez dejamos cerradas. Puede suceder que el gran regalo que nos dé la vida sea precisamente que esa persona vuelva a aparecer en nuestro camino. Y a lo mejor ahora ya no sea tan fugaz el cruce de miradas, ni tan sutil el roce de las mentes, ni tan escondido el estremecimiento. Puede que esta vez el destino apueste fuertemente y ofrezca el tiempo suficiente para remover las emociones de los dos. Cuando todo en nuestra historia estaba bien atado, de pronto se desata un pequeño vendaval. No es cuestión de la adolescencia, ni de la juventud, uno se estremece igual con quince años que con sesenta. Entonces el orden de valores se modifica y los sentimientos se organizan de otro modo. Un modo ilógico pero verdadero, el mismo en el que se ponen las cosas a la hora de morir. Y pasa que, sin poner freno al pensamiento, uno se lanza de cabeza al abismo. Ya está, adelante; merece la pena.Es obvio que esa conmoción ha iniciado su cuenta atrás en el mismo instante en que ha nacido, pero justamente por esa dulce fugacidad, cada instante será un diamante, cada palabra una luna llena y cada caricia, en definitiva, un regalo de la vida.

miércoles, mayo 23, 2007

La estanteria





Estaba necesitando hacer una limpieza en mi....Tirar algunos pensamientos indeseados.Lavar algunos tesoros que estaban medio oxidados.Entonces saqué, del fondo de los cajones, recuerdos que no uso y no quiero más:Tiré algunos sueños, algunas ilusiones...Sonrisas que nunca di.Tire la rabia y el rencor de las flores marchitas que estaban dentro de un libro que nunca leí.Miré para mis sonrisas futuras y las alegrías pretendidas, y las coloqué en un cantito, bien ordenaditas.Saqué todo del armario y lo fui tirando al suelo.Pasiones escondidas, deseos reprimidos. Heridas de un amigo, recuerdos de un día triste. Pero también encontré otras cosas y muy bellas:Un pajarito cantando en mi ventana.Aquella luna color plata, el poner del sol.Me fui encantando y distrayendo, mirando cada uno de aquellos recuerdos.Arroje en el cesto, los restos de un amor que me hirió.Tomé las palabras de rabia y de dolor que estaban en el estante, las tiré en el mismo instante. Otras cosas que aún me hieren...veré que haré con ellas.Fue en aquellos cajones en la que uno guarda lo que es más importante. el amor, la alegría, las sonrisas, un dedito de Fe, para los momentos en que necesite.Recogí con cariño el amor encontrado, doble ordenaditos los deseos, coloqué perfume en la esperanza, pasé un pañito en el estante de mis metas, y las deje a la vista, para no olvidarlas.Coloque en los estantes de abajo, algunos recuerdos de infancia. En la estanteria de encima, las de mi juventud y colgado bien a mi frente, coloqué las de mi capacidad de amar y principalmente las de RECOMENZAR......

Pdt: ya tienes tu huequito en mi estanteria

domingo, abril 29, 2007

¿Por que razón se deja de sentir?


Juan soñaba con ver a Lucia , desde las 8 menos diez, soñaba con su cuerpo desnudo, poder apoyarse en él y mientras se acercaba al trabajo , en el metro , en el autobus y en la parada del tren , no hacia nada, nada en todo el dia mas que estar enamorado.

¿Y donde , en que lugar , por que razon se deja de sentir?


¿Y donde, en que momento, en que palabra , se deja de querer?


Juan no piensa ya tanto en Lucía porque ya se acostumbró , ahora confunde amor con rutina , pero aun la entendió y siempre que alguien le pregunta , el le contesta , a mi me va realmente bien.Luego agacha triste la mirada y hambriento de cariño.. piensa en Raquel.

¿Y donde , en que momento , en que palabra se deja de querer?

¿y donde ,en qué lugar y por que razon se deja de sentir...?


Juan por fin decidio entregarse a otro corazon y uno solo tiene lo que antes ha perdido, recuperó el amor

Y dicen que se va, sin mas que no hay tiempo ni lugar...

sábado, marzo 03, 2007

La poesía de Fito


Estaban los nostálgicos de Platero, los moteros con sus churris, los fans de nueva generación y los que querían ser clones de Fito estaban, luciendo gorra y camiseta de rayas. Estaban las niñas monas, los chicos malos con los ojos pegados a sus caderas, estaban los servicios de limpieza poniendo remedio a la inevitable guarrería del ser humano. Estaban los puretas que habían dejado a los niños en casa, y los chavales que no habían conseguido deshacerse de sus padres también estaban, adolescentes e incómodos. Estaban los reventas, los despistados sin entrada, los puestos de venta de refrescos a mano armada, la policía estaba, vigilando a los porreros que hacían poco por esquivarles. Estaban los grupos de amigos buscándose entre el gentío a golpe de móvil, la prisa por entrar, los nervios de antes del concierto. Estaban Cristi, Dani,Luis, fran y juanjo compartiendo los minis de cerveza y unos bocadillos de pan duro, estaba su buen rollo, las ganas de fiesta. Estaba la inevitable prensa, haciendo cola frente a las chicas que repartían sonrisas y acreditaciones a partes iguales y un porteroque sufría del hígado y quería ser un tipo duro para quedarse en un tipo idiota. Estaba una pila de gente, inquieta, derramándose por la pista y las gradas, cada uno con su historia. Y estaba Los Zodiacs, energético aperitivo, que estaban haciéndolo pasar bien y disfrutando de la ocasión. Las barras llenas, estaban, mientras la espera del invitado principal, y el r’n’r en los altavoces, americano, filoso, garajero, sucio como las historias que cuenta, una muestra de los horizontes musicales que podían darse cita. Mientras, la gente estaba haciéndose señas, deambulando por la atestada pista, una danza nerviosa de desencuentros. Y, por fin, estaba Fito, viviendo su noche grande, y estaban Los Fitipaldis, en forma de banda de rock, saxo, bateria, bajo y un guitarrista , entrando a trapo a las primeras de cambio con ‘La casa por el tejado’ y ‘Un buen castigo’, para disfrute de los que le vienen siguiendo desde que Platero saltó por primera vez a un escenario. Estaban todos nerviosos, fumando constantemente, pero también eufórico, disfrutando de una noche que se le debe quedar grabada en la memoria, desgranando su discografía para que todos los que estaban quedaran contentos, desde los éxitos que todos le conocían, hasta las canciones de r’n’r más clásico, el sonido más interesante, construido desde abajo, la base rítmica. Estaban las canciones (Estrella del rock and roll) que no se escuchaba con ese sonido desde los mejores tiempos de Loquillo. En la grada, estaban los fans, explicándose las letras de las canciones, destacando la apología de las drogas y la vida al límite que tanto gusta en el rock, y en el ruedo estaba la constelación de cámaras digitales, móviles y demás parafernalia tecnológica que poblaban la noche de destellos en cuanto bajaban un poco las luces. Estaba la manera amplia de entender la música de Fito (la música es cultura) haciéndole guiños al flamenco y a la rumba, para volver a enganchar a la gente (a ratos un tanto descolocada) con ‘Rojitas las orejas’. Estaba luna, que estaba enseñando el ombligo, estaba quizás la autobiografía ‘Cerca de las vías’,Poco a poco fueron sonando canciones de su nuevo disco ("Por la boca vive el pez"), y otros temas ya editados en anteriores álbumes, los que se conocen de memoria todos sus seguidores. Siempre hay canciones que mueven más al público, como es el caso de los dos singles de su último disco ("Por al boca vive el pez" y "Me equivocaría otra vez"). Otros temas que levantaron el ánimo en gran manera fueron "Soldadito marinero", una de sus canciones más redondas, primero tocada como balada, para a continuación dotarla de más vida para que la gente la cante y la baile y se convierta en una gran fiesta.
Fito ha caído en gracia y sus seguidores se saben todas sus letras. Supo muy bien encadenar unas canciones con otras, y el jolgorio y el buen ambiente no decayó en ningún momento. También hubo momentos de más intimidad, apareciendo en el escenario únicamente Fito y Carlos Raya, el primero con su guitarra acústica y el segundo al mando de su pedal steel. De las versiones que va grabando en sus álbumes (una por disco), esta vez le tocó el turno a "Para toda la vida" de Flaco Jiménez, "Quiero ser una estrella" de Los Rebeldes y "Deltoya" de Extremoduro. Un concierto que podría no haber acabado nunca, porque el señor Cabrales atesora ya muchas canciones grabadas con los Fitipaldis, pero tras dos horas y cuarto muy intensas el espectáculo llegó a su fin. Porque es lo que Fito ha conseguido, un espectáculo: aunar música y fiesta yendo siempre de la mano, convirtiéndose en un cocinero que añade un poquito de cada ingrediente, y al mezclarlo todo le ha dado la fórmula mágica, la que todos los músicos persiguen y a casi todos se les resiste. Pero Fito ya la tiene. Y parece que no la va a dejar marchar por mucho tiempo. Estaba pasando el tiempo y Fito se estaba creciendo en el escenario. Estaban las parejas abrazándose en las canciones más lentas, encendiendo los mecheros cuando la ocasión lo pedía, estaba el guitarrista montando el número, la banda retirándose ‘a hacer un pis’, la vuelta, los bises, la gente gritando. Estaba haciéndose tarde y yo pensando que, después de todo, estaba todo el mundo en la Gran Fiesta de Fito. Todo el mundo menos aquel loco que me animó a acudir. Y yo lo estaba echando de menos.

sábado, febrero 24, 2007

Como un cuento




En aquellos tiempos lejanos acontecieron muchas cosas. Sin embargo no se notaban porque iban sucediendo de a una, siempre por primera vez, y la memoria estaba recién estrenada. Después pasó lo que tenía que pasar. Seguro que hubo lágrimas. Seguro que hubo caracolas y estrellas. Y zapatos mojados y lápices sin punta. Y pasteles de azúcar y naranjas olorosas... Pero se perdieron las cuentas y quedaron unos pocos reflejos enteros. Ahora se llaman ayeres y asoman en una mirada distante que se empeña en seguir inaugurando mañanas. Y en volver a saludar al duende. ¿Habrá que inventar de nuevo la palabra mágica que ordene las hojas de los árboles y que dirija el canto de los pájaros? ¿O será que está próximo el tiempo de los horizontes tardíos? Allá, detrás de los jardines, permanecen los tiempos lejanos. Y allí está, porque no se han perdido, las aventuras iniciales, los instantes fugaces, que jugarán a esconderse entre las sombras para proteger sus cuerpecitos inocentes. Mientras tanto los otros, los que vuelven una y otra vez a la memoria porque creen ser los elegidos, se siguen gastando en los espacios de cada evocación. Y la historia va contándose a sí misma en esta imagen cambiante de seres renovados y sueños imprecisos que entretejen sus hilos en la sucesión de olvidos y recuerdos. Es como un cuento que empezó una vez en un antiguo reino y acabará cuando un beso de amor nos despierte para ser felices

martes, enero 16, 2007

El gigante asiatico


Esta es la historia de un personaje que nace en las frías estepas de Mongolia, y al igual que muchos niños en el mundo , deseó crecer y hacerse mayor, porque cuando uno es niño, se tienen tantos minutos, horas y días por delante que siempre se acaba mirando hacia el futuro más que para el presente.

Es quizás en esa despreocupada mirada infantil , donde se esconde aquella felicidad que añoramos cuando nos hacemos mayores, no en vano, una de la spreguntas que más disfrutan contestando los niños es :
¿que vas hacer cuando seas mayor?
Pensar en el futuro sin tener el concepto de tiempo es imposible, y a pesar que el tiempo es uno de los mayores artificios que hemos construido, sin él, se nos haría extremadamente dificil entender el cambio, aquel cambio que opera en personas y cosas, que es inclusive capaz de modificar nuestra forma de pensar.Porque si nada cambiase, el tiempo quedaría reducido a ser una paradoja, un concepto igual de exotérico al que se esconde tras preguntas como "¿ Dios es capaz de crear una piedra tan pesada que el mismo no puede levantar?" o " ¿cuantos angeles pueden entrar en la cabeza de un alfiler?"

Vaho, pues ese es el nombre del niño chino del que estaba hablando , intuía todo esto.Quizás por esto, él decidió dejar de pensar en el tiempo y concentrarse en la verdad absoluta escondida en los propios cambios.Fue asi que decidió reemplazar los meses por mm y los años por cm, centimetros que irrefutablemente lo volvía en alguien más grande, en alguien mayor.
Por que si Vaho le hubieran preguntado que quería ser de mayor, él respondería sonriendo :
"Alguien realmente grande, el hombre de mayor estatura que jamás hubiese visto!"
Su crecimiento fue normal en su infancia y pubertad,supo dosificar sutilmente los nuevos cms que ganaba en la estatura de forma que nadie sospechase sobre sus futuras intenciones.

Siempre fue considerado como alguien alto pero no fue hasta que llegó la adolescencia que decidió convertirse en un gigante.

A partir de esa edad, con el ánimo y precisión de quien habia encontrado su vocación en la vida, comenzó a ganar una altura portentosa, se convirtió en el hmbre mas alto de su aldea, de China y del mundo entero.

Tenía 23 años y había conseguid su objetivo.

La notoriedad no se hizo esperar, llegaron los anuncios publicitarios , sus apariciones en público, alguien inclusive llegó a pensar que su gran tamaño podía ser una ventaja para el baloncesto.
Y durante un tiempo fue uno d elos jugadores mas mediocres que el mundo ha dado a este deporte.

Finalmente la gente se aburrió de él y rapidamente se convirtió en poco menos que un recuerdo.Así que decidió vlver a su aldea y camuflar su estirada figura en el anonimato de una población donde todos se conocen.

Decepcionado por no encontrar su virtud ni utilidad acorde a su enorme tamaño se sumergió en el olvido.
Es aquí donde nuestra historia continúa con un giro del destino.
Dos delfines, aburridos del cautiverio y de las cientos de miradas que tenían que soportar, deciden tragarse las almohadillas de plástico que protegen sue stanque.Poco a poco los delfines languidecen sin poder comer, los veterinarios del acuario,incapaces d eoperarlos apuestan por una solución desesperada, recurrir a los largos brazos del gigante de Mongolia para retirar los pedazos de plástico alojados en el interior de los estomagos de los animales.
Días despues, una imagen que supera cualquier ficción, recorre el mundo.Los hocicos de los delfines abiertos a la fuerza por los cuidadores del acuario y gentilmente, el gigante chino introduce uno de sus largos brazos para extraer del interior d elos animales los pedazos de plástico.
Los acuaticos ojos de los delfines se cruzaron con la mirada nostálgica del gigante.Los delfines deciden apostar una vez más por la vida; Vaho, el gigante asiático, regresa a su aldea silencioso, sabe que por primera vez ha hehco algo magnífico, algo a la medida de su enorme estatura.
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Y dicho esto, para qué nos vamos a preguntar por qué, cuando, cómo y dónde llegará nuestra oportunidad.Es el destino el que decide y tú quien te propones hacer realidad aquello que quieres hacer.Solo hay una cosa imposible y es aquello para lo que no estamos dispuestos.
Esta noche es posible que sueñes, y mañana.... que volvamos a encontrarnos.

miércoles, enero 03, 2007

El camino

Brindemos por los locos, por los inadaptados, por los rebeldes, por los alborotadores, por los que no encajan, por los que ven las cosas de una manera diferente. No les gustan las reglas y no respetan lo establecido. Puedes citarlos, estar de acuerdo con ellos, glorificarlos o vilipendiarlos. Pero lo que no puedes hacer es ignorarlos. Porque cambian las cosas. Empujan hacia adelante a toda la humanidad. Mientras algunos los ven como locos, otros vemos el genio. Porque son los locos que piensan que puedan cambiar el mundo, los que lo hacen.