sábado, marzo 04, 2006

El asiento de al lado



Uno piensa, llegado el otoño de la vida, que el asiento de al lado esta ocupado de forma permanente como los asientos de la Real Academia, o que estará rancio para siempre, pues conserva el calor de otra persona. La conciencia o unos perjuicios grabados en nuestra alma con hierro al fuego nos hacen callar y no mirar el asiento de al lado. De pronto, sin que tú lo pretendas, y por azares del destino alguien se sienta. Y es hablador, con vida, diferente, ni mejor ni peor, sólo diferente. Y te preguntas: ¿porqué no?. No es lo que nunca pensé, si es que alguna vez pensé en algo. Pero me hace cosquillas. Es difícil pero con tacto. Es pasajero, es agua fresca, me hace reír pero me confunde. Le gusta la cultura pero sin ser aburrida. Le gusta la pintura pero más le gustan los lunares de mi cuerpo. Que cantidad de cosas. Al final el asiento de al lado tiene vida. Dura lo que dura el viaje. No sé donde me lleva pero, ¡por Dios!, quiero ir en el asiento de al lado. No me pidas más.

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