miércoles, marzo 22, 2006

Ciudad en llamas

Comenzó la cuenta regresiva en esta ciudad mediterránea para cumplir con una antigua celebración que ocupa actualmente un merecido lugar de privilegio en el ranking de festejos populares del mundo. Las Fallas convocan a españoles y extranjeros para, después de intensos días de colorido y estruendos por cielo, tierra y mar, asistir a la quema de espectaculares monumentos artísticos, con corazón de madera y cartón pintado. Pues dicho está, nos encontramos en Valencia y esto sí que es una fiesta.
Su origen se remonta al siglo XVI, cuando los carpinteros de la ciudad, en vísperas de la fiesta de su patrón San José, quemaban en las calles y plazas públicas trastos deteriorados junto con los artefactos de madera que empleaban para elevar los candiles que les iluminaban mientras trabajaban en invierno. Algunos autores corrigen esta versión, diciendo que todo empieza en ritos paganos que tenían una finalidad purificadora y destructora de las fuerzas del mal. Una limpieza no solamente física, calcinando todo aquello que ya no sirve, por viejo o por roto, sino también una purificación interior del alma, donde todo lo malo sea quemado en esa hoguera de fuego solar que es la falla, y que prepara para recibir la nueva energía que irradia en el equinoccio de la primavera boreal.
La ciudad luce iluminación decorativa en todos sus rincones y son más de cien mil los valencianos que han preparado durante todo el año cada detalle para que la alegría esté asegurada. Durante el día el dinamismo no declina. Música y petardos, olor a pólvora y de flores, color y arte en trajes y monumentos, el sabor de la paella y la horchata (bebida refrescante de una hortaliza, la chufa), sensaciones únicas que cada uno vive de manera diferente.
Valencia entrega a las llamas todo un año de ilusiones y esfuerzos, a la vez que se purifica. Los falleros contemplan el fuego que devora las obras de arte que nacieron para ese fin. Los visitantes viven una extraña sensación en la que se mezcla la fascinación por el fuego y el final de una duda: por qué se queman las fallas.
El fallero ya piensa en las fallas del año que viene; el visitante, en regresar.

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