martes, septiembre 04, 2007

Casandra

Hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya, Casandra recibió el don de la adivinación de los dioses pero también la maldición de que nadie creería en sus augurios. La opinión pública, esa que salió a la calle a condenar la guerra, esa que, cada vez de forma más contundente, exige a los políticos una sensibilidad diferente a la hora de legislar y gobernar esta globalización despiadada que nos acorrala y que militariza las relaciones entre unos y otros, padece la misma suerte que el mito griego. Sabemos que las ambiciones de unos pocos llevan al planeta a mal puerto, sabemos que tras la cancela que nadie jamás abrió asoma la luz de un día mejor, pero como a la pobre Casandra nos toman por locos y somos desoídos en nuestras exigencias y sueños.

Casandra vio en sueños el futuro. En la sombra de una pesadilla Casandra leyó los versos de ese poema que aún no han escrito los dioses que, riendo, la hirieron con su maldición. Supo del hambre y de las guerras de siempre, de bufones celebrando el odio, bailando entre hogueras, de despedidas y de monstruos minerales bebiendo insaciables la savia dulce del planeta.
Casandra vio a hombres y mujeres dormitando en sus burbujas tras las máscaras del miedo. Mas también vio la luz del alba asomar por la cancela que nadie jamás abrió. Supo que aún quedaban esperanzas, que otros sueños la esperaban. Casandra habló a todos de sus sueños mas nadie la oyó.
Nadie creyó en Casandra y sus visiones y la gente sólo vio en su augurio delirio y locura. La condenaron a vagar perdida y sola. Herejía es mostrar la verdad descarnada y desnuda. Abandonada tras los años la encontró un muchacho que andaba buscando esperanza y respuestas. Casandra habló con pasión de sus presagios y de la luz del amanecer brillando tras la puerta.
- Creo en ti Casandra. No estás loca. Se besaron y en su boca florecieron madreselvas. -Dulce Casandra, ponte de pie. -Yo te he conocido antes. Quizá te soñé. Hay quien duda ya y cree en la leyenda. Juntos buscarán la puerta. Dulce mañana. Yo, no se tú... (Ismael Serrano)